Ejercicios de Kegel

Te excita saber que tienes el control absoluto. Manejas con maestría cada uno de los instrumentos acomodados sobre la mesa. No hay nada que tu víctima haga que no obedezca a uno de tus estímulos. Ni siquiera morir. Te molestan los gritos, porque son exagerados. Por eso comienzas siempre con una incisión a cada lado de la tráquea, introduces unas pincetas y retiras una a una las cuerdas vocales. Si el sangrado es tanto que amenaza con ahogarse, le insertas un catéter entre las clavículas. Los ojos, en cambio, son honestos, y has aprendido a leerlos. Cuando insisten en cerrarlos para perderse del espectáculo que les ofrece el espejo ante ellos, les arrancas los párpados con la delicadeza que merece una costra. Después, te pones a trabajar. Inscribes en su torso el crimen que los condena y la sentencia que merecen. Eso es esencial para la prensa. En momentos creativos, has usado sus propios mechones como pincel, y alguno de sus fluidos como tinta: hay varios a elegir y son fáciles de extraer. Una fotografía y manos a la obra.

Las uñas y los dientes son buena entrada, aunque también sirven de aperitivos, por lo que hay que dosificarlos. El desollamiento también funciona de maravilla, siempre y cuando cuentes con un cauterizador para evitar que se desangre. El secreto está en la disciplina. Hay que proceder con calma para retrasar al máximo la expiración: debes poder decidir cuándo suceda. Los desmayos también son indeseables, has visto a algunos a quienes les es difícil volver en sí. Te educaron en la escuela del tradicional parar y continuar, pero tu método es mucho más efectivo: los intersticios duran demasiado y tarde o temprano te aburres. Lo que debes reconocer es que la antigua técnica ha formado a los más sofisticados resucitadores. Son habilidades de las que un médico de hospital carece: sólo conoces el cuerpo humano cuando lo destruyes.

Luego de la piel, puedes optar por aplicarte a los músculos o proceder con las fracturas. Has descubierto que lo mejor es alternarlos, pues el abuso de las segundas produce pérdida del conocimiento. Puedes entretenerte horas con un solo hueso, simplemente aplicando presión en la zona afectada. La extirpación e ingesta de órganos como el hígado o el bazo son de suma importancia, pues la tortura puramente física es propia de mentes incivilizadas.

El toque final es la firma de todo buen artista. Has optado por darles una falsa noción de voluntad. Te preocupas por que al menos uno de sus dedos se mantenga funcional. Le explicas claramente el funcionamiento del mecanismo tras su cuello: una finísima cuchilla que lo decapitará en cuanto oprima el botón. Le das el control remoto mientras cenas sus entrañas. Lo golpea con frenesí. Cuando descubres el desengaño en sus ojos, quitas el seguro. Con un silbido metálico su cabeza pierde contacto con el torso. Tienes un par de segundos para recogerla y mostrarle su busto incompleto.

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