Monte

La choza se ve muy diferente aquel jueves. En el centro hay un poste bien clavado en el suelo. Alrededor están tres piedras triangulares cubiertas de aceite, cada una con la efigie de un santo recargada contra ella. En el suelo barrieron un cuadrado, suficiente para que alguien se siente sobre él, en el que hay pintadas dos serpientes, una blanca y la otra arquirisada, que trepan por dos báculos, se miran de frente y enroscan sus colas; dos huevos las escoltan.

–¿Trajiste la ofrenda? –pregunta muy seria Mamá Bonita.

El Chango extiende sobre el suelo el costal que trae a cuestas para mostrarle lo que pasó la noche robando: una gallina albina, huevos deslumbrantes, arroz puro, leche bronca, pasta de harina de maíz, puré de plátano recién hecho, una botella de ron. Mamá Bonita lo mira con orgullo evidente, pero no se atreve a tocar nada de lo ofrecido.

–Es una cosa que nunca he hecho, pero Zuzu tene la experiencia. Es algo de su tierra. ¿Sabías que también viene de una isla? Una isla en otro mar, más bonito que éste. Zuzu! Vini! Li pote bagay ou!

Aparece en la puerta la chica negra. Está vestida diferente: Toda de blanco, con falda larga y blusa delgada. Una mascada le cubre la cabeza; algunos hilos le caen sobre el rostro. Pulseras de colores le adornan los brazos, azules, blancas y verdes. Mira la gallina, le acaricia la cresta y asiente. Examina los huevos a contraluz, prueba la consistencia de la pasta, husmea la leche. Parece satisfecha.

–Pa bagay mwen, non, bagay li, bagay lwa –dice señalando al diseño en el suelo, a las piedras.

Descuelga de las paredes dos morrales tejidos de palma y los rellena cuidadosamente con el contenido del costal. Pone en uno los huevos y en el otro al ave. El resto, excepto el ron y el plátano, lo reparte por igual. Luego coloca los morrales sobre el cuadrado en el piso, cada uno del lado de una sierpe. Va al fondo de la choza y vuelve con un cencerro y una sonaja. Mamá Bonita le acerca al Chango un tambor largo, de cuero grueso sostenido por palos que le brotan como espinas.

–No es lo mismo que bordonear una caja –intenta disculparse.

–Ya tú sabrás qué hacer.

No tiene oportunidad de contestar. Zuzu golpea la campana con un palo. Un, un, doble, un, un, doblé, un, doble, un, un, doblé, un, doble, un, un… El sonido le penetra los tendones, reverbera en todas las vértebras. El Chango se siente movido por fuerzas externas. Lo toman, lo aprietan, lo zarandean sin compasión, bate el parche sin comprender el patrón. De pronto Zuzu comienza a cantar.


Atibon Legba, louvri bayé pou mwen, agoé!

Papa Legba, louvri bayé pou mwen,

Pou mwen pase!

Lò m'a tounin, m' salue lwa yo.

Vodou Legba, louvri bayé pou mwen,

Pou mwen ka rantre!

Lò m' a tounin, m' a remesye lwa yo. Abobo!


Le pasa a Mamá Bonita el cencerro y liba el puré y el ron sobre la piedra del centro, ante la cual traza otro patrón sagrado. Empuña la sonaja. Es tan grande que tiene que maniobrarla con ambas manos. El Chango no puede detenerse. Entre los tres forman un ritmo más complejo. Y el campaneo constante. Un, doble, un, un, doblé, un, doble... Y las cuentas alrededor del calabazo agitándose como olas, como piedras arrojadas a un pozo. Cada tanto da un grito peculiar, una orden a la que ellos contestan con las tres sílabas. Abobo. Su sonaja destruye el aire. Abobo. Entonces cambia, se vuelve suave, los mece con las cuentas, entona un canto nuevo.


A non Mesye Damballah-Wèdo,

Tokan-Miwaze,

Dame Salavantior passa wilibo wilimin.

Odun kosi-kosa.

Adan aika siukan,

Odan-ô, Wèdo, yémin,

Odan missou Wèdou,

Damballah-Wèdo, diengué,

Damballah-Wèdo tingui,

nèg akansyèl file

Apre Dye, apre Dye, apre Dye.


Abobo!


En el fondo se escucha el eterno un, doble, un, un, doblé, un... El Chango cae fácil en la nueva cadencia dictada por el calabazo. Siente que vibra, que las cuentas se escurren más allá de sus oídos, que la música repta. Zuzu cae al suelo. Sin dejar de tocar se agita, ondula, culebrea. Da pequeños saltos que resuenan secos en el cuero del tambor. De sus labios brota una voz fuerte, cálida, masculina.


Koulèv-ô, koulèv-ô!

Damballah-Wèdo, Papa.

Mwen koulèv-ô!

Koulèv, koulèv-ô!

O Damballah-Wèdo,

Mwen koulèv-ô!


Abobo!


De golpe cambia la tesitura, se suaviza. Se arrastra lentamente, circula por la choza, mueve el vientre en ondas regulares. Surge una voz dulce, potente, femenina.


File, m' ap file,

Fanm Damballah-Wèdo, se koulèv-ô!

Si ou wè koulèv-ô,

Ou wè mwen, Ayda-Wèdo!

Ayda-Wèdo, se koulèv-ô!


Abobo!


De un salto se para Zuzu, Zuzu que es Damballah que es Ayda llamados Wèdo. Sin dejar de agitar la sonaja se acerca al Chango. No se ha detenido tampoco el doble, un, un doblé, un… no va a detenerse nunca. Él mismo sigue golpeando el parche sin entender muy bien cómo. Zuzu que es Damballah que es Ayda llamados Wèdo se acerca al Chango y le exige con su voz doble:


Ou vlè kouche ak fanm ou?


El Chango no entiende, voltea hacia Mamá Bonita; ella lo ignora. Decide asentir.


Nou bezwen bagay ou.


La ve acercarse, estirar la mano que libera momentáneamente, arrancarle un mechón con una fuerza insospechada. No puede chistar, no puede dejar de batir el cuero.


Nou bezwen bagay li.


Se acerca de nuevo y le tienta la camisa, se la levanta, le quita la cadenita que traía cosida por dentro. Entonces se aleja, sumerge el brazo en los pliegues de su falda, saca dos muñecos burdos, macho y hembra, con genitales desproporcionados y senos desbordantes. Tienen un hoyo en la crisma. Por ahí le mete a uno el cabello y a la otra la cadena, los cierra con puntadas rápidas, siempre al son del calabazo que no abandona, los recarga en el poste central. Entonces toma a la gallina. El ave no se inmuta. El ritmo aumenta. Baila con la gallina, le sopla el pico. Abobo. La deja en el suelo y la rodea siseante. Abobo. La levanta de nuevo, la acerca a su cara, le sonríe. Abobo. Abobo!

En un solo movimiento suelta la sonaja y le rompe el cuello al ave. El Chango y Mamá Bonita se detienen. Sus últimos golpes coinciden con el ruido del calabazo contra el suelo. Las cuentas giran, la sangre corre al interior de un cuenco. La sonaja se detiene. Zuzu que es Damballah que es Ayda llamados Wèdo arroja a la gallina a un lado. Levanta el cuenco y se dirige al poste central, a los muñecos. Hunde el pulgar en el rojo, marca una cruz en la frente del macho.


Nou batize ou. Ou Makak.


Abobo!


Repite lo mismo con la hembra.


Nou batize ou. Ou Lapè.


Abobo!


La música vuelve, lentamente pero con fuerza, pronto los envuelve de nuevo. Un, doblé, un, doble, un, un, doblé… Zuzu que es Damballah que es Ayda llamados Wèdo retoma el calabazo, reinicia su danza serpentina, se contonea, canta jubilosa. Mamá Bonita y el Chango pierden los brazos en el frenesí de los repiques. Pero algo acecha agazapado. El son cambia. Se mecen hipnotizados por un nuevo trance. Zuzu habla con una voz que no reconocen. Se dirige al Chango. Está furiosa.


Ou pa vlè salue mwen, Ezili-Freda, Ezili-Dantò?


Lo agarra por los hombros y lo zarandea. Tiene una fuerza descomunal. El Chango no logra soltarse. Deja de tocar. Sus brazos se escurren inútiles. Mamá Bonita suelta el cencerro y corre al fondo de la choza. Zuzu que es Ezili-Freda, Ezili-Dantò eleva la voz, truena, desmorona el cuerpo del Chango.


Renmen travay mwen. Nonm e fanm se travay mwen. Ou pa vlè salue mwen, Ezili? Renmen ou pa av ale lwen. Ou menm pa av ale lwen. Mwen, Ezili-Freda, Ezili-Dantò fè sèman!


Mamá Bonita agita desesperada un báculo con una jícara atada en la punta. Resuenan los huesos de serpiente que contiene. Zuzu se convulsiona, cae de bruces. El Chango se sostiene apenas del tambor entre sus piernas. Mamá Bonita levanta a la chica. Ella despierta, mira desconcertada en derredor. Sus ojos encuentran la gallina, el cuenco, los muñecos bautizados. Sonríe. Luego se vuelve hacia Mamá Bonita y se le ensombrece la mirada. Sospecha que no todo salió como lo deseaban. La matriarca se dirige al Chango.

–Es peligroso tratar con dioses ajenos. Siempre se olvida uno. Hay celos. Pero tus muñecos están buenos. Tienes que dárselo a ella.

Arrastra a Zuzu fuera de la choza: no puede andar sola. No vuelve. El Chango se levanta. Se acerca al poste. Toma los muñecos. Besa a la hembra. Abobo.

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