Calle del Comercio

Nos encantan los eufemismos. Son utilísimos. Con ellos evadimos las tareas más desagradables. ¿Deshacerse de un amante? Eufemismos. ¿Informar a la viuda de la suerte de su marido? Eufemizarlo. ¿Encontrar una nueva manera de creer que nos preocupamos por los desgraciados? Tarea eufémica. Es especialmente útil el uso del diccionario, el rescate de los vocablos abandonados. Limpiarles el polvo y de vuelta al trabajo. A veces, sin embargo, complican demasiado las cosas. Hay que admitirlo, si decimos, por ejemplo, que claro que el individuo de la especie humana que tenía entre los niveles de los que se compone la jerarquía que se relaciona con la milicia o el ejército el que es de menor calidad o importancia que el de oficial subalterno en el ejército y la fuerza aérea y que tiene o alcanza un nivel, grado, calidad, etc. mayor o mejor que el del grado militar inferior al de sargento y superior al de soldado raso o al de marinero Zonas de una Ciudad, Delimitadas por su Ubicación Geográfica, por Alguna Característica de la Gente que Vive en Ella, por Alguna Peculiaridad Suya o por su Historia, no percibía por medio de los sentidos ni experimentaba el efecto que causaba en su cuerpo y en su mente alguna actitud de atención, atracción o curiosidad por la Pequeña Ana: lo que le iniciaba en forma repentina cierto sentimiento o deseo muy intenso, provocaba entusiasmo o admiración en exceso o mucho, en relación con lo esperado o lo común, o tenía en él cierto efecto o le producía cierta consecuencia que le llamaba la atención, que le despertaba el interés o el deseo, que inclinaba hacia sí su voluntad o su simpatía de manera irresistible de veras era la objeto, fenómeno o persona que atrae hacia sí, capta o cautiva el interés, la imaginación, la voluntad o el deseo de alguien y que pertenece al amor, especialmente en su aspecto sexual, o se relaciona con él o que pertenece al sexo o se relaciona con él, y que un individuo de la especie humana que ha llegado a su completo desarrollo o crecimiento siente hacia personas que están en la primera época de su desarrollo físico y mental, que llega hasta los 14 años aproximadamente, o hacia personas que están en la adolescencia, y el trato recíproco que pertenece al sexo o se relaciona con él entre dos o más personas que tienen la misma sangre (dos individuos de la especie humana que proceden o tienen su origen, por su acto de nacer de un ascendiente común de varias líneas, ramas o familias), que en la mayor parte de los casos no está permitido, es ilícito o ilegal en el conjunto formado por la mayor parte de los miembros de los conjuntos de experiencias históricas y tradicionales, conocimientos, creencias, costumbres, artes, etc., de un pueblo o una comunidad, que se manifiesta en su forma de vivir, de trabajar, de hablar, de organizarse, etc. De eso hizo ella propio lo que se sabe por haberlo aprendido, experimentado o reflexionado cuando en la duración de la sucesión de estados por los que pasa la materia, de su movimiento, su cambio o su transformación que tenía dentro de sí el momento en que se deja de ver el Sol tras el horizonte y el aparecer en el horizonte la luz del Sol, durante la cual había ausencia o falta de luz, recibió en los centros nerviosos superiores las impresiones que registraban cada uno de los órganos que le servían para oír, que en los seres humanos y los animales vertebrados están a los lados de la cabeza, al ser estimulados con atención, con cuidado, por los actos de emitir sonido que sale de la boca de los seres humanos y algunos animales, producido por el aire que pasa de sus pulmones al exterior a través de la garganta, las cuerdas vocales, etc. de mucho grado de energía, fuerza o actividad e impedidas de que aumentaran su extensión o duración o pasaran por un proceso de crecimiento hasta llegar a la maduración, a un estado más completo o de mayor perfección, utilizando capacidades para realizar trabajos o esfuerzos para producir un efecto o elementos o recursos en mayor número o medida o de mayor grado de energía, fuerza o actividad que lo que tenían la capacidad, la fuerza o el derecho de sufrir con paciencia algo desagradable o la presencia y la actitud de una persona, del individuo de la especie humana de la condición orgánica de los animales y las plantas que designaba sus funciones de reproducción en pertenencia a las mujeres o a las hembras desde su acto de nacer hasta aproximadamente, cerca del número que sigue al once y precede al trece de periodos de tiempo compuestos por doce meses y contados a partir de una fecha cualquiera. Si dijéramos eso, por ejemplo, no podríamos esperar que alguien menos que un criptólogo pudiera comprender nuestro mensaje (lo que, por otro lado, probablemente sería un alivio). Aunque claro que es una exageración, que el eufemista de a pie más bien diría que claro que a la persona que tenía el grado militar inferior al de teniente y superior al de cabo Barrios no sentía interés por Anita: lo que le desataba cierta pasión, entusiasmaba sobremanera o resultaba irresistiblemente atractivo en realidad era la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes y la relación sexual entre consanguíneos muy cercanos (dos personas procedentes por su nacimiento de un tronco común), generalmente prohibida en la mayoría de las culturas. De eso adquirió el conocimiento ella cuando en el tiempo comprendido entre la puesta del Sol y el amanecer, durante el cual hay oscuridad, percibió atentamente con el oído las emisiones de voz de mucha intensidad impedidas de que continuaran o se desarrollaran, utilizando energías o medios en mayor cantidad o de mayor intensidad que lo que podían soportar, de la persona del sexo femenino, desde su nacimiento hasta alrededor de los doce años. Pero eso no satisfaría a nuestra época, tan directa y lampiña de lengua. Y la época tendría algo de razón, es cierto, que si bien lo anterior ya es comprensible para el ciudadano que haya tenido a bien aprobar la preparatoria y ahogar el tedio en obras de consulta (que hay que admitir que no abunda), lo mejor y más claro, menos elegante, sí, pero definitivamente más capaz de perdurar en el espíritu del escucha sería enunciar simple y llanamente que claro que al sargento Barrios no le interesaba Anita: lo que le apasionaba realmente eran la pedofilia y el incesto. Eso aprendió ella cuando en la noche escuchó los gritos ahogados de la niña.

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