Teatro Regeneración

Novedades en el frente

Comedia en dos actos




Coronel Enrique López

Elektra

El Pinchi

Cirila

General Lázaro Cárdenas

Bebé Cuauhtémoc

Teniente Suárez

Soldado 1

Soldado 2

Soldado 3

Soldado 4

Militar mediocre y esposo infiel

Esposa del coronel

Su hijo

Trabajadora alienada de los López

Presidente de la Nación

Hijo del presidente

Jefe del Cuerpo Nacional de Inválidos

Miembro del Cuerpo Nacional de Inválidos

Miembro del Cuerpo Nacional de Inválidos

Miembro del Cuerpo Nacional de Inválidos

Miembro de la Guardia Presidencial

Ursino Andrade

Emilia Soria

Un muñeco

Ana de Barrios

Moisés Abad

Urbicio Domínguez

Maximino Ramos

Honorato Méndez

Clemente Dorio

Felipe Sapién

Jacinto Dávila




Primer acto


Cocina. Atrás a la izquierda hay una puerta que da al patio. El resto de la pared la ocupan la barra con el lavabo y la estufa, y una ventana encima. Al centro hay una mesa repleta de verduras picadas y enseres de cocina. Elektra está sentada a la mesa, con la frente recargada contra ella y un jarro de pulque en la mano.


Entra Cirila arrastrando al Pinchi. Se planta junto a la mesa, de cara al público, y grita con el muñeco tomado por los hombros. Siempre grita.


Cirila: Que dice el niño que dice don Gregorio que un litro al día es más que suficiente. (Toma aire). Patroncita.


Elektra: (Despierta de golpe. Arrastrando las palabras). Dígale al niño que le diga a don Gregorio que yo decido cuánto es bueno.


Cirila: Sí.


Elektra: Y que no se le niega nada a una mujer embarazada.


Cirila: (Duda). Sí.


Elektra: Y que lo ponga en la cuenta de mi marido.


Cirila: Sí.


Elektra: Y que me dé del fresco.


Cirila: Sí.


Elektra: Ande, pues.


Cirila: Sí. (Al Pinchi). Vamos, niño. (A Elektra). Patroncita.


Sale arrastrándolo.


Elektra: (Levantando el jarro). No se puede quejar, no debería. ¿Qué más puede hacer una en su cocina? (Mira todo lo que hay sobre la mesa). No cocinar, nunca. Para eso tengo una empleada alienada. Ya debería llegar, mi-fiel-es-po-so, lo sé de buena fuente. Se encierra en su estudio, sale por la ventana, vuelve por aquí. ¿Por qué no volverá por la ventana? Mi-fiel-y-es-tú-pi-do-es-po-so. Lo espero aquí para completar la escena, cumplir con el guión, lo de rigor. Es mejor no pensar, es mejor embotarse y dejar que la palabra fluya, que to-das-las-ma-dres-ab-ne-ga-das fluyan. Que al fin una no es sino el vehículo, el río, lo líquid / (Se empina el jarro, no tiene nada. Lo examina, lo agita hacia abajo, lo mira con desdén y lo avienta. Se estrella contra la alacena). Así exactamente.


Se abre muy despacio la puerta del fondo. Rechina horriblemente. Enrique asoma la nariz.


Elektra (Con falsa alegría): ¡Querido!


Enrique azota la puerta. Se lo ve cruzar por la ventana, detenerse, reconsiderarlo y volver. Abre la puerta por completo y extiende los brazos.


Enrique (Con alegría aun más falsa): ¡Querida!


Pausa hasta que a Enrique se le cansan los brazos y los deja caer.


Enrique: Hay que aceitar esa puerta.


Elektra: O entrar por la ventana.


Enrique mueve la puerta. Rechina horriblemente. Finge no haberla oído.


Enrique: En todo caso será fácil.


Elektra: O no salir siquiera.


Enrique: Voy por el aceite.


Enrique va hacia la derecha y se detiene en los bastidores. Camina en reversa con Cirila siguiéndolo paso a paso. Cirila se planta junto a la mesa y Enrique retrocede hasta la puerta.


Cirila (Con el Pinchi por los hombros): Que dice el niño que dice don Gregorio que ya le debe mucho. (Echa un vistazo acusatorio a Enrique). Que éste es el último. (Toma aire). Patroncita.


Pone un jarro nuevo sobre la mesa, toma al Pinchi de la mano y lo arrastra hacia afuera.


Enrique: ¿Pulque?


Elektra: Es nutritivo.


Enrique: Alcohólico.


Elektra: Bueno para el bebé.


Enrique: Ya eres estéril, Elektra.


Elektra: Tú no lo sabrías.


Enrique: No has estado embarazada en siete años.


Elektra: A mí no me lo dig Ya estoy hasta la madre de estos diálogos patriarcales. ¡Si tanto le urge, que se coja a otro pendejo!


Elektra sale a zancadas. Enrique se queda pasmado. Mira al público, nervioso. Entra Elektra1, que en realidad es Cirila sin mandil.


Elektra1: Tú no lo sabrías.


Enrique (Confundido): No has estado embarazada en siete años.


Elektra1: A mí no me lo dig


Entra Elektra hecha una furia.


Elektra: Ni madres, éste es mi papel.


Elektra1 (A Enrique, apremiante): A mí no me lo dig


Elektra: ¡Ya te dije que es mi papel!


Las dos Elektras se comienzan a jalonear.


Enrique: Y pensar que podía tener dos sin salir de la casa.


Las Elektras se detienen. Cirila debería pasar por el patio ondeando una bandera roja con la hoz y el martillo, pero dada la situación, no puede.


Elektra: Ay, pobre Enrique, no sabes lo que te espera.


Enrique: ¿De qué hablas?


Elektra1: Hablé c (Elektra le tapa la boca).


Elektra: Hablé con Amalia.


Enrique: ¿Ella qué tiene que ver?


Elektra1: Tod


Elektra: Todo, querido.


Elektra1 (Muerde la mano que la amordaza): Cárdenas te está esperando.


Enrique (Nervioso): ¿A mí? ¿Dónde?


Elektra y Elektra1: Tú tranquilo, querido, no dolerá demasiado.


Lo empujan hacia el bastidor derecho. Enrique se resiste.


Elektra y Elektra1: Anda, te está esperando.


Lo sacan.


Elektra: Por fin.


Va a la mesa y se bebe el jarro de un golpe.


Telón






Segundo acto


Una sala con dos sillas. Cárdenas está sentado en una de ellas. Por la izquierda entra Enrique precipitadamente, frena con trabajo el impulso del empujón de las Elektras. Se detiene y mira desorientado en derredor.


Cárdenas: Coronel López, qué gusto que haya venido.


Enrique: Pero si ésta es mi /


Cárdenas (Con un gesto hacia la silla): No, no se moleste en levantarse.


Enrique: Disculpe.


Enrique se acerca a la silla. La toma por el respaldo. Se sienta. Mira en derredor desconcertado. Cárdenas levanta su taza de café, saca una anforita, la vierte. Sorbe estrepitosamente. Enrique salta. Se pone de pie. Se cuadra. Cárdenas no lo ve. Enrique se descuadra lentamente. Se sienta con cuidado.


Cárdenas: En fin, me dijo su esposa que quería hablar conmigo.


Enrique: Bueno, yo /


Cárdenas: Me gusta la iniciativa. Y, por supuesto, escuchar a mis inferiores.


Enrique: Claro que Elektra /


Cárdenas: Es como dicen: Hay que escarbar para encontrar la rata.


Toma la charola de plata. Mira su reflejo.


Cárdenas: Y, por supuesto, sus servicios han sido bien recibidos.


Enrique: Señor, /


Cárdenas: Así que dígame, insisto, lo que quería.


Enrique: Es sólo que /


Cárdenas: Sí, comprendo. Es difícil estar en mi posición, quiero que quede claro.


Enrique: Señor, yo nunca /


Cárdenas: Por eso aprecio a la gente honesta como usted.


Enrique: Exage /


Cárdenas: Que no tiene pelos en el pubis. Hay que ser valiente.


Enrique (Sonrojado): Claro que la primera vez /


Cárdenas: Pero no hay que dejarse rendir. Perseverancia.


Entra Bebé Cuauhtémoc por la derecha. Trae arrastrando Pinchi. Cárdenas sorbe estentóreo su café. Enrique mira atentamente a los niños, que empiezan a jugar.


Cárdenas: Pero usted vino a pedirme algo.


Enrique: Señor, si yo /


Cárdenas: No hay que ser humilde. Se lo ha ganado.


Enrique: Bueno, quizás /


Cárdenas: Le pagaré tan bien como a los petroleros ingleses, ya verá.


El juego se torna violento. Bebé Cuauhtémoc empuja al Pinchi y lo tira de espaldas. Enrique se sobresalta.


Cárdenas: Porque de mí nadie puede decir que sea malagradecido.


Enrique: Jamás diría /


Cárdenas: Es cuestión de ver los datos, eso es todo.


Enrique: Por sup /


Cárdenas: Y no he querido que usted esté descontento.


Enrique: Pero, señor, /


Cárdenas: Por eso he decidido darle un ascenso.


Enrique: ¡Un ascenso!


Bebé Cuauhtémoc muerde la cabeza del Pinchi.


Cárdenas: Veo que me sigue. Me alegra. Temía que siguiera usted monologando.


Bebé Cuauhtémoc golpea al Pinchi en la boca.


Cárdenas: En atención a sus servicios…


Enrique se pone alerta.


Cárdenas: he decidido nombrarlo…


Enrique se sienta derecho.


Cárdenas: Director…


Enrique alza las cejas en expectativa.


Cárdenas: del Penal de las Islas Marías.


Enrique no cambia de postura, pero comienza a temblar imperceptiblemente. Bebé Cuauhtémoc toma al Pinchi por el cuello.


Cárdenas: Es un penal sencillo.


Bebé Cuauhtémoc ahorca al Pinchi. El temblor de Enrique va en aumento.


Cárdenas: Allá sólo mandamos asesinos,


Bebé Cuauhtémoc azota al Pinchi contra el suelo.


Cárdenas: violadores,


Lo azota hacia el otro lado.


Cárdenas: presos políticos.


Lo azota de nuevo.


Cárdenas: En fin, hombres fuertes y rebeldes…


Lo lanza a su derecha.


Cárdenas: con una especial propensión al motín.


Se para y lo patea.


Cárdenas: Estará con ellos en una isla inalcanzable.


Lo patea más fuerte. Ambos salen de escena. El temblor de Enrique es insostenible y se desploma.


Cárdenas: Creo que lo disfrutará.


Enrique permanece desplomado.


Cárdenas: Además, tendrá a nuestra tropa de élite ayudándole.


Enrique (Se sienta recto de golpe. Animado): ¿La guardia presidencial?


Cárdenas: El Cuerpo Nacional de Inválidos.


Enrique se queda inmóvil y sin expresión.


Cárdenas: Vinieron a recibirlo.


Enrique sigue igual.


Cárdenas: ¿No le emociona?


Enrique (Sin cambiar de gesto): Claro.


Cárdenas: Voy a llamarlos. (A bambalinas). ¡Teniente Suárez!


Entra el Cuerpo Nacional de Inválidos. Uno de ellos está ciego y camina con ambas manos extendidas al frente; otro tiene dos garfios en vez de manos; el tercero no tiene brazos ni piernas, lo carga un soldado robusto e impecable. El teniente Suárez no tiene cabeza. Todos se cuadran. El soldado robusto sólo sostiene al bulto con una mano, por lo que éste lucha por no caerse. El de los garfios se clavó la gorra en el saludo; cuando se descuadran, la lanza sin percatarse hacia su derecha. El ciego saluda hacia el lado equivocado.


Cárdenas: ¿Qué opina?


Enrique (Señalando al robusto): Ése no se ve mal.


Cárdenas: Es miembro de mi guardia.


El robusto suelta al bulto y se va. El inválido queda en el suelo como tortuga boca arriba. Enrique se ve abatido.


Cárdenas: Así no puede juzgarlos. Teniente Suárez, haga una demostración.


El teniente Suárez da órdenes sin emitir palabra; usa señas y taconazos.


El de los garfios intenta cargar su fusil, que trae calado al hombro, pero se le cae. Por fin lo logra recoger, quiere sacar balas de su cartuchera y en vez de eso se corta el cinturón. Se le caen los pantalones. El bulto se agita en el suelo sin lograr nada hasta que el ciego, que venía caminando a la deriva, se tropieza con él y se cae.


Cárdenas: ¿Y bien?


Enrique: Podría estar peor; podría tener boca.


Cárdenas: Lo mismo digo. No tiene idea de lo molesto que era hasta que lo ejecutaron.


Enrique: Qué alivio.


Cárdenas: Un servicio a la patria.


Enrique: Siempre he sido de la idea de que hay que ejecutar a todos nuestros hombres.


Cárdenas: Una ejecución. Eso forma el carácter.


Enrique: Pone en orden las ideas.



Cárdenas: Evita distracciones.


Enrique: Elimina lo superfluo.



Cárdenas (A Suárez): Pueden retirarse.


El teniente Suárez se cuadra y emite otra orden a base de taconazos y señas. Sale marchando. El de los garfios sale tras él. El bulto se retuerce en el suelo y el ciego, que acaba de pararse, camina por el escenario esquivando milagrosamente a Enrique y a Cárdenas, para ir a tropezarse con el jarrón del fondo, que se destroza contra el suelo. Inmediatamente sale el de los garfios y lo guía hacia afuera. Luego vuelve a escena y clava un garfio en el cuello de la camisa del bulto. Lo arrastra hacia afuera.


Enrique: ¿Y cuándo salimos?


Telón


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