Cuartel

Tomita San puso una ficha negra con gesto indiferente y recogió seis blancas en rápidos movimientos de experto matatenista. Las puso todas en su montón creciente. El teniente Suárez hizo una mueca. Llevaba más de veinte minutos perdiendo vertiginosamente. El japonés desplegaba sus fichas con elegancia de flor de loto. No había cuartel.

—¿Y cómo está nuestro director? —quiso distraerlo.

—Lo mismo de siempure —contestó sin dejar de ver el tablero—. Duerme abajo. No reza. Bien porutado.

—Me alegra oírlo. Antes del director llegaron sus reportes. En una gala lo oyeron sorprenderse de que los comunistas fueran los colonos de más temer. Dijo que mi Gral. Cárdenas era socialista. Me temo que no entienda que la Revolución Mexicana sigue su propio camino, que ésos lo que hacen es imitar a los rusos, un modelo que no tiene nada que ver con nuestra realidad nacional.

—Pero los comunistas no rezan —acusó Tomita San.

—Ése es mi temor contrario, el del apellido compuesto y la esposa emperifollada. No alcanzo a confiar en la gente que apeste a aristocracia. ¿Qué ideología infecta puede nacer de ese estatus y esas opiniones?

—Se pureocupa de más. El director no tiene ideas puropias —lo tranquilizó con otro banquete de fichas blancas.

—Maldita la hora en que le permití enseñarme este go de mierda —se quejó el teniente Suárez ante el tablero omnipresente de negro—. ¿No podremos volver al ajedrez?

—El ajedrez es tonto, me parece. Es juego limitado. Puronto ganarán las máquinas. Para go se necesita sentido estético.

—La estética no pertenece a todos lados —lo regañó Suárez—. La eficiencia, en cambio, debería regir el mundo.

—Hay que encontrar arute en todo. Hay que dedicarnos compuretos. Es el camino más directo a 悟り.

—Me gusta su religión sin dios, Tomita San, pero si además puedo no tener religión, no veo por qué molestarme. Las naciones progresan entre menos supersticiones cultiven.

—El purogreso es mal dios, me parece. La perfecución es mejor objetivo.

—No veo la diferencia.

—Ése es purobrema del purogreso. Sólo ve hacia enfrente.

—Yo veo hacia el bien de la isla —concluyó el teniente Suárez—. Y eso incluye cuidarse de las malas administraciones. Así nos deshicimos de Margarito Ramírez, por más que nuestro director actual crea que él vino a cambiar las cosas. Por eso le agradezco que lo siga vigilando. No baje la guardia ni deje pasar nada por alto en sus informes.

—No —obedeció el nipón.

—Y me reporta a mí directamente.

—Por supuesto. ¿No va a tirar?

—No tiene caso, ya me tiene acorralado.

Era cierto: las negras ocupaban la mayor parte de la madera cuadriculada. El teniente Suárez apenas tenía dónde poner una ficha sin que feneciera de inmediato. Lo sintió incómodamente premonitorio.

Compartir:

Escríbeme

Salúdame, pídeme cosas que no te voy a cumplir. Lo que sea.

hugo@hugolabravo.com